El Perú de la República Aristocrática

        Los años de 1899 a 1919 han sido considerados como un capítulo distinguible de la historia peruana. Ello se debe al logro de cierta estabilidad política después de diez años de Segundo Militarismo, una relativa paz social y la reemergencia del Civilismo, un partido político que gano las elecciones  y  ocupó el gobierno por dos décadas con pocas interrupciones. Por  ello, el historiador Jorge Basadre  llamó a esos años “La República Aristocrática”.
        En su definición más simple esta dominación describe una sociedad gobernada por las clases altas, que combinaba la violencia y el consenso, pero con la exclusión del resto de la población. Asimismo, el término alude a un orden señorial, a una democracia limitada a un país todavía desintegrado socialmente, donde la sociedad civil era  aun demasiado incipiente como para  hacer representables sus intereses frente al estado. Para otros autores este fue el comienzo la consolidación de una oligarquía o plutocracia cerrada, unida por lazos de parentesco, que  practicaba  el nepotismo en su monopolio del poder, marginado o neutralizando a las capas media y populares, que abrió las puertas al capital extranjero, al que terminó subordinado y que estuvo aliada con los gamonales de la sierra. Estos últimos  dominaban haciendas de bajísima productividad  y eran responsables de la explotación, la ignorancia y de la miseria abierta en que se mantenía a la población indígena. Las versiones mas externas hablaban de un grupo “oligárquico”, definido así por su pequeño número (algunos se referían  a las “cuarenta familias”, que se suponían como “los dueños  del Perú”).
Y por sus últimos lazos entre sí, que no tenían ni aspiraban  a tener una ideología o un proyecto de desarrollo que incluyese al resto del país, y de la toma de importantes decisiones políticas entre amigos que se reunían en Lima en el Club Nacional.
        Según estas interpretaciones la República Aristocrática es una reelaboración de los abismos  sociales internos y la dependencia económica externa  presente en el orden colonial, que perdió legitimidad y fue cuestionada parcialmente en los años treinta, y que  sólo se resquebrajó en los años setenta de este siglo. Obviamente en esta interpretaron influyó mucho el impacto de las nacionalidades y de la reforma agraria decretadas en la segunda mitad del siglo veinte por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
Hoy en día los historiadores prefieren investigar y comprender este período en sí mismo, descubriendo nuevos actores, regiones, y dimensiones del pasado, sin dejar de reconocer que el Perú a fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte experimento un rápido crecimiento y diversificación económica y atravesó por importantes cambios  sociales, políticos y  culturales, que han dejado un le gado  perceptible hasta el día de hoy. Alfonso Quiroz ha discutido, por ejemplo, el calificativo de “República  Aristocrática” de Jorge Basadre, señalando que clase dominante  del Perú  de 1900 compartía ideales y orígenes  sociales más bien burgueses  que aristocráticos. Alejados del espíritu rentista  y de culto a los honores propios de la aristocracia colonial, sus hombres se embarcaron  en negocios bursátiles, financieros y comerciales. Adoptaron el positivismo científico, criticado el humanismo literario percibido como herencia de la denominación  española, y aceptaron el riesgo de  actividades innovadoras  en el terreno económico, lo que parecía una práctica alejada de un espíritu aristocrático. Felipe Portocarrero, por su parte, halló que el tamaño de la clase  económica  dominante  era más extenso  de lo pensado, y sus redes asimismo más complejas.